Resumen: Que el actual modelo económico, social, cultural y político global es
tremendamente inequitativo y ambientalmente insostenible es algo
incuestionable. Así lo demuestran numerosos estudios y declaraciones
avaladas por representantes políticos de todo el mundo, como la
Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODSs) acordados
en 20151. Sin embargo, lo que no tiene una respuesta unánime
es cómo revertir esta situación. El área que quiere explorar este libro
sería la englobada en el ámbito de las transiciones que, tal y como
apunta Arturo Escobar, implica que tenemos que ir más allá de los
límites institucionales y epistémicos existentes si realmente queremos
luchar por mundos y prácticas capaces de lograr las transformaciones
significativas que creemos necesarias. Los discursos de la
transición parten de la premisa de que las crisis ecológicas y sociales
contemporáneas son inseparables del modelo de vida social que se
ha vuelto dominante en los últimos siglos, categorizado como industrialismo,
capitalismo, modernidad, (neo)liberalismo, antropocentrismo,
racionalismo, patriarcado, etc.
Estos discursos alientan también las prácticas que se están articulando
tanto en el Norte como en el Sur global. En el Norte encontramos
iniciativas que se engloban en las propuestas del decrecimiento o los
movimientos en defensa de los comunes; en el Sur global se enmarcarían
en planteamientos como los del Buen Vivir, post-desarrollo, o
las transiciones civilizatorias, entre otros (Escobar, 2017).
Un aspecto relevante en el discurso de las transiciones, y que nos
interesa abordar en este cuaderno, es el de la justicia epistémica o
cognitiva. De Sousa Santos (2006:19) apunta que el modelo social
dominante ha descuidado las diferentes formas de conocimiento en
todo el mundo. Esto constituye, a juicio del autor, una cuestión de
“injusticia cognitiva” que pone de manifiesto el fracaso de los conocimientos
dominantes para reconocer las diferentes formas de conocimiento
por las cuales personas de todo el mundo manejan sus vidas
y le dan sentido a su existencia. Las universidades, los centros de
investigación, las disciplinas, son parte fundamental de esta injusticia
cognitiva y, para revertirla, la propuesta sería ejercitar una ‘ecología de
saberes’ que practique el reconocimiento y la valoración de la diversidad
epistemológica.