Resumen: UN ANIMAL INMENSO
Arriesga H20³ al adentrarse en un territorio mágico como el que coloniza la sagacidad artística de Rafael Trénor. Porque el artista valenciano, heredero del trabajo colectivo de pensadores y poetas, de grabadores y navegantes, de matemáticos y escultores que desde estas tierras levantinas han ido dejando pautas de valencianía por el mundo entero, se enfrenta con la naturalidad que le permite su vasta cultura y un tesón poco frecuente a la construcción ¿porque la creación es, ya, un hecho- de la escultura más grande (monumento la llama su autor) de la Tierra.
Y es el alma, alma cúbica y esférica del mundo, como si del oximorón más grande y también más rico en connotaciones sensibles se tratara, la que producirá o, mejor, está produciendo cada uno de los ocho trabajos (cuatro menos, por esta vez, que los de Hércules) escultóricos tan iguales y tan diferentes, siempre triédricos como corresponde a los vértices del cubo, siempre irradiando energía y una mística que eleva la categoría humana del observador a cotas de las que nuestra civilización se encuentra hoy tan ayuna. Cambiarán los tamaños, tal vez la textura última de su acabado; cambiará el significado de la huella que el artista universal va dejando en cada uno de esos ocho lugares identificados como una proeza pangeográfica por su ¿buscador¿ de tan sencilla como eficiente factura. Pero el espectador alborozado descubrirá idénticos rasgos comunes en la belleza del resultado que no son otros que los que le confiere la capacidad de su autor al encerrar, de un solo golpe maestro, la singularidad del lugar engrandecida por su pertenencia al discurso platónico que le da origen.
Veinte años atrás, cuando acabaron los trabajos del proyecto de la siempre inconclusa Esfera Armilar, surgió la idea que terminará dejando en cuatro parejas de antípodas geográficas una traza estética para la lectura cosmogónica. La Isla de Cocos y la de Maíz (ya concluida); Moloka'i (que ya es realidad) y el desierto de Kalahari; el Lago Baykal y Tierra de Fuego (donde ya emerge un nuevo vértice, bellísimo, casi a orilla del atlántico); y Galicia (tal vez Finisterre) y otra isla, la del Sur, en Nueva Zelanda. Como si de un nuevo Descubrimiento colombino se tratara, una suerte de respetuosa y profunda colonización espiritual al alcance del hombre moderno.
El trabajo no es ajeno a sus Planetarios de exquisita factura en mármoles diversos seleccionados por su color y significado; a su propuesta de Monumento a la Tolerancia en los montes próximos a Salzburgo; a su homenaje a Cervantes y a la literatura que el Axis Mundi representa; ni, por supuesto, al Gran Tetraedro o (tal vez desvelo algo) al proyecto del Globo Celeste de Balansiya que llena ya páginas de sus cuadernos de dibujo. No es ajeno, en suma, a una concepción del mundo ¿y a un compromiso con esa concepción- tan alejada del consumo irresponsable de sus recursos que hoy parece caracterizar la sociedad moderna, como empeñada en la recuperación de valores y principios que no por viejos han perdido actualidad espiritual.
Si, como con generosidad anuncia el autor, me cabe el honor de formar parte del equipo responsable de que el vértice gallego sea en breve una realidad, habré crecido definitivamente en una sabiduría que lleva un tiempo alimentándose de la amistad con Rafael como desde ahora mismo aumentará la del lector que se entregue decidido a la lectura de las páginas que siguen y a la reflexión profunda que sus imágenes procuran.
José María Lozano Velasco. Doctor Arquitecto.
Catedrático de Proyectos Arquitectónicos
y responsable del Taller H.